05 puntos rápidos, básicos y no tan obvios del feminismo

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Estimado lector:

No es sorpresa para muchos de ustedes que si de algo me he jactado toda mi vida adulto-consciente es de ser feminista hasta la médula y tratar de enseñarle a la Greñas, la importancia de esto.

Sin embargo, si tu imagen mental de mi persona es este cliché en el que ustedes han decidido encasillar a las feministas en donde usan un corte de cabello muy corto, a colores, con sobrepeso, vello corporal en axilas, piernas y bigote, sin maquillaje y con gesto de querer arrancarte los huevos a la menor provocación, estás equivocado (tal vez no en el gesto, especialmente si me estás mirando fijamente sin motivo aparente, excepto que no puedes controlar tu instinto reproductivo… 🤷🏻‍♀️). En realidad no existe un cosa tal como una «feminista típica», habemos de todas formas y colores y tamaños y estilos, diferentes, de hecho, la mayoría de las mujeres tenemos aunque sea un poquito de feminismo.

Entiendo de donde viene la confusión, así que, querido lector, hoy 08 de marzo es un buen día para exponer las 05 cosas básicas, mínimas, no tan obvias sobre el feminismo:

1. El feminismo y las feministas, NO buscan, repito NO BUSCAN supremacía sobre los hombres, en realidad queremos equidad.

E-Q-U-I-D-A-D, no igualdad, porque biológicamente no somos iguales, somos complementos: el estrógeno tiene un objetivo y la testosterona otra, la parte reptiliana del cerebro de una mujer y la parte reptiliana del cerebro de un hombre son diferentes, tienen instintos diferentes, respuestas evolutivas también diferentes. Pero eso NO, repito NO justifica ni hace menor a uno u otro (y por favor nota que no hablé en ningún momento de diferencias intelectuales, no existe tal cosa) EQUIDAD.

2. «MUERTE AL MACHO» no mijo, no querido lector, no estamos tratando de aniquilar al cromosoma Y de la fórmula, es una metáfora, en la que literalmente tratamos de aniquilar esta figura social del macho, no del hombre, del macho.

(Macho (s). Dícese de aquel ser humano, normalmente hombre a los que la sociedad les enseñó a menospreciar a las mujeres y tratarlas violentamente, no necesariamente las mata al instante, pero le hace desear morir o haber nacido hombre, todos los días, a todas horas. -Culero-)

3. LA LUCHA NO ES SOLO PARA LAS MUJERES: El feminismo, entre muchas otras causas encerradas (como el aborto libre, accesible y seguro, desaparecer la brecha salarial, castigos más justos a quiénes nos violentan y matan, un Estado co-responsable del desarrollo de las mujeres y muchos más) también pelea para desaparecer este estereotipo de hombre que les impide vivir felices y libres.

Los hombres sí lloran, sí sienten, sí les duele, no tienen que defender su «masculinidad» de falsos ataques… y eso, el feminismo lo entiende y lo defiende.

4. Es un movimiento que surge a raíz de las injusticias que socialmente han permeado en nuestras vidas como mujeres desde el principio de la vida, ¿te imaginas pasar SIGLOS sabiendo que, así como tu madre, tu abuela, tu bisabuela, su bisabuela y muchas otras mujeres antes que tú, les han mutilado el clítoris, solo porque sí… para que no sientan, para que les duela tener sexo?

¿O te imaginas que desde pequeños los programen para ser lindos y obedientes, mientras a nosotras nos incitan a ser valientes y fuertes?

No es un movimiento que salga porque sí, por nuestros ovarios, porque estábamos aburridas… no, querido, nace de que estamos hartas de que nos maten, nos violen, nos intercambien por vacas o por bienes materiales, nos obliguen a tener hijos que no queremos, nos acosen, que todo el mundo sea dueño de nuestro cuerpo, menos nosotras mismas, estamos hartas de que a las doctoras, nos digan «señoritas», que si vamos a sentarnos a negociar con peces gordos, no pidan que les llevemos el café en lo que llega el jefe; cariño, yo soy LA jefa; estamos hartas de que primero nos pregunten por nuestra vida sentimental, en vez de la laboral, estamos hartas de sus inestabilidades generadas por su frágil y falsa idea de masculinidad: si nos defendemos, nunca falta el «cálmate, ni quien te quiera coger. Pinche fea/gorda/feminazi/ponga-aquí-el-adjetivo-que-quiera»; y si cedes porque quieres, porque te apetece tener un intercambio sexual, entonces te sobajan como pinche trofeo: «me la dí» «se la metí toda».

5. BAAASTA DE DECIRNOS FEMINAZI: Aquí regreso al inicio, si crees que por traer el cabello corto, de colores, con vello corporal en axilas, piernas, bigote, patillas, pubis, brazos y donde más salga, con gesto de quererte arrancar los huevos, merecemos el título de «feminazi» tienes un problema severo.

Eso no sirve para cuestionar el movimiento, solo sirve para hacernos enojar más. Podemos ser muchas cosas, pero aún el falso feminismo (ese que con sus incongruencias tiran el trabajo y la lucha de millones de mujeres alrededor del mundo buscando equidad, seguridad y justicia) nunca ha matado a un hombre por ser hombre, no los mutilamos, violamos y golpeamos, solo por demostrar poder. Piensa, querido lector, piensa antes de hablar.

Amigo y amiga; el feminismo defiende el cuerpo y la libertad de hacer lo que uno quiera con el suyo propio: si una mujer disfruta su cuerpo a través de la sexualidad, deja de decirle «puta», «zorra» y demás. Es su cuerpo y tiene derecho a hacer de él lo que quiera sin que nuestros argumentos moralinos la intenten encerrar en un estereotipo social, que a ella ya no le queda.

Si una mujer no quiere ejercer su maternidad, déjala en paz si decide abortar.

Deja de juzgar desde el privilegio, porque así no sumamos, de hecho, ni siquiera es objetivo lo que expresemos. Y sé que no parece, pero para las mujeres, poder caminar tranquilamente por las calles a cualquier hora del día, es un triunfo, que no te maten y te violen y aparezcas en una bolsa negra, es un triunfo, o sencillamente, poder coger todo lo que quieras, porque eso es lo lógico y lo esperado de los hombres, es un privilegio que nosotras no tenemos.

No nos felicites, infórmate, súmate, evoluciona, no hay condena evolutiva que te obligue a ser el mismo abusivo de hace siglos. Solo cuando las mujeres tengamos garantizados derechos básicos, podremos llamarnos humanidad.

Pobre Greñas… ella tampoco verá la lucha ganada; en el inter, seguiremos ondeando pañuelos verdes y morados, gritando y defendiéndonos.

…algún día…

Las chichis de la Kahlo, las de la Watson y las mías.

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Salen los hechos:

1. La Kahlo era físicamente fea (como cachetear a un bebé).

2. La Watson es físicamente bonita.

1. La Kahlo era talentosa en su área.

2. La Watson es talentosa en su área.

1. La Kahlo es, en parte, famosa por su maldita codependencia a un hombre aún más feo que ella (más feo que cachetear a un bebé), mujeriego y panzón, que si bien, también era talentoso, indudablemente es un patán, en otra parte, su arte.

2. La Watson es famosa por su aparición en las películas de Harry Potter, Noé, Las Ventajas de ser Invisible (The Perks of Being a Wallflower), y otras más. Sin codependencia a la vista, ni amores atormentados.

1. La Kahlo se fotografió y autoretrató con las chichis de fuera.

2. La Watson se fotografió con casi todas las chichis de fuera.

1. La Kahlo no es juzgada como traidora al género por enseñar las chichis.

2. La Watson sí es juzgada como traidora al género por enseñar las chichis.

3. Yo no entiendo el doble discurso de la sociedad, pero sobre todas las cosas, de otras mujeres dentro de la sociedad.

 

Entonces, resumiendo:

Si la Kahlo enseña las chichis es un símbolo inequívoco del feminismo.

Si la Watson enseña las chichis es una traidora al feminismo.

Si yo enseño las chichis soy una exhibicionista con necesidad de atención, que por cierto, obviamente, pido a gritos que me toquen sin mi consentimiento, me falten al respeto y me traten como objeto, porque pues eso me pasa por salir encuerada a medio periférico.

Lo más alarmante: Todas las anteriores son observaciones solapadas, expresadas o entendidas como una obviedad por otras mujeres.

Querido lector (y lectora), es en el marco del Día Internacional de la Mujer, que es necesario levantar la voz y pedirte que por amor al cielo, no me felicites, como si tener chichis (que ya acordamos no se pueden enseñar a menos de que tengas bigote y ceja pobladísima) y vagina sea motivo de diferenciador contigo; porque es justo esto lo que peleamos, que nos consideres tus iguales, no somos más débiles, ni más fuertes, tenemos el mismo derecho que tú a enseñar el pezón en la playa (será que con ustedes es bien visto porque tienen bigote y ceja como la Frida) sin ser considerado una provocación a tus bajos instintos reproductivos, tenemos el mismo derecho a estudiar Ingenierías, a ser astronautas, científicas, escritoras y amas de casa que los que nacen con pene, porque todos tenemos derecho a llorar de vez en cuando, a comer sin temor al juicio sobre lo bien que es que un güey se coma 6 hamburguesas (las necesita, es grande y trabaja duro) y lo autodestructiva que soy yo por comerme esas mismas 6 hamburguesas (seguro tiene problemas de autoestima y nadie la quiere, por eso no se cuida), no me felicites porque si quiero uso falda y si no quiero uso pantalones con el tiro hasta las rodillas, no me felicites porque los hombres aun cargan con el estigma de ser el proveedor, el que resuelve, el que las puede todas.

No me felicites, ni a mí, ni a mi hija, ni a mi madre, ni a mis abuelas, ni a mis primas, ni a mis tías, ni a mis amigas, ni a las tuyas. No nos felicites. Mejor dejen en paz a la Watson que enseñó las chichis en Vanity Fair y  estáte seguro, que de existir en las épocas de la Kahlo y se lo hubieran ofrecido, ella también lo hubiera hecho.

Dejen en paz las chichis de todas nosotras, enseñarlas no es una falta a la moral, ni una traición al género, ni un grito de “¡viólame por favor!”, déjennos ser, no nos insultes, no nos chifles, no nos ningunees, no nos hagas menos, no asumas que somos débiles o tontas, no nos abandones ni nos taches de «putas» porque tenemos mayor solvencia económica que tú, no nos obligues a usar la falda del largo que tú consideras moralmente aceptable, no nos mates, mamá: no le enseñes a tus hijos que son más poderosos que tú, y deja de repetirle que ninguna mujer es suficiente para él, deja de postergar el machismo con estereotipos absurdos sobre lo seguro que es andar en la noche si tienes pito y lo peligroso que es conocer el mundo si eres mujer y viajas sola, deja de enseñarle a tus hijas a ser sumisas, a aguantarse, a ser fuertes porque así nos tocó, deja de criticar a la chava que sale en la tele porque subió de peso o porque no quiere tener hijos, deja de ser spoke person para campañas como “ponte un DIU” donde minimizas la responsabilidad de los hombres en las reproducción sexual (coff coff Facundo), deja de sabrosear a la edecán, déjanos andar peludas o desmaquilladas sin que nos taches de fodongas, déjanos elegir sobre nuestro cuerpo, déjanos abortar si queremos, operarnos si queremos, tatuarnos si queremos.

Déjame enseñarle a mi hija que puede andar con falda y si enseña los calzones por estar jugando no pasa nada, deja de acosarla, deja de enseñarle que si no es flaca no es bonita, deja de compararla con princesas de porcelana, déjame regalarle guantes de box y que elija sus tennis de la sección de “niños”, deja que todas las niñas sueñen con ser lo mismo que sus compañeros, déjalas ser aventureras y temerarias, déjalas conquistar este mundo o los recién descubiertos.

Mujer (y hombre); deja de llamarle “puta” a la que hace cosas distintas a ti, a la que disfruta su cuerpo, su sexualidad o simplemente se atreve a hacer lo que tú no, deja de llamarle “puta” a la que llega alto en la chamba, el talento también deja. No nos vuelvas objeto ni trofeo, somos, sentimos y pensamos.

Este día y todos los demás, déjenos en paz, porque como dijo la Watson ¿qué tiene que ver las chichis con esto?

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Cinco minutos más, má…

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Querido lector:

Me peleé con la Greñas.

Punto.

La Greñas siempre ha sido incisiva en sus comentarios, sincerota como ella sola y pues, políticamente incorrecta prácticamente siempre.

Punto.

 

Durante toda la vida de la Greñas, ella y yo nos las hemos arreglado haciendo un buen equipo: yo trabajo para ofrecerle la oportunidad de ser más y mejor que yo y ella es comprensiva, amorosa y paciente con una madre que llega de trabajar cansada, a veces harta de la gente, inestable y desesperada por una almohada; sin embargo esto cambió hace un par de meses en que entré en una breve pausa en mi trayectoria laboral y me dedico a hacer algo que en 10 años no había podido ni intentar: ser madre de tiempo completo.

Parte de mis nuevas actividades como madre incluye el poder ir por mi enana a la escuela 2.30 en punto y llevarla a casa para comer, comer juntas, hacer tarea juntas, jugar juntas, cenar juntas y dormir juntas. Amo mi papel de mamá, y amo sobre todas las cosas: estar juntas.

Te cuento: En la normalidad (es decir cuando le vendo mi alma al diablo por dos quincenas al mes) la Greñas se queda en la escuela en el “after school” (“After School: Dícese de esa maravilla escolar que se paga en efectivo y en el que las criaturas se quedan a comer, hacer tarea y a tomar un taller en la escuela hasta más o menos las 6:30 de la tarde –hora en la que 10 horas después de que llegamos en la mañana- los chamacos regresan a casa, pero en lo que dura nos da otras tantas horas de concentración laboral a los padres de familia con complejo de culpa). Mi hija ama estar en el taller de teatro, jugar y hacer la tarea con sus amigas, aun cuando el sazón de la cocinera escolar no es su favorito.

Bueno, la cosa es que desde que iniciaron las clases y desde que yo estoy desempleada, la Greñas ha repetido insistentemente en que ella preferiría, desearía, querría con toda su alma regresar a la escuela hasta las 6.30 de la tarde. Fue tanto el ahínco con el que me lo pedía que mi frágil ego de mamá lo interpretó como un “mamá, estás loca. Quieres estar conmigo como moco y yo no lo estoy disfrutando tanto. La única aquí feliz eres tú”.

Mi frágil ego y mi frágil interpretación me hicieron llorar.

(Pocas cosas son tan dolorosas como que la persona con la que quieres estar simplemente no quiera estar contigo con la misma intensidad. Maldito albedrío. Maldita libertad. Maldita maternidad aprehensiva).

-Greñas, si no te gusta estar conmigo, pues tendrás que aguantarte hasta que consiga trabajo y pagar el comedor sea una opción financieramente hablando. Ahora debes apretarte el cinturón y aguantarte como las machas mi presencia. Puedo alejarme de ti, si eso quieres.

-Má, yo no dije eso…

-Sí, lo has dicho todo el tiempo.

-Má, en serio no es eso. Es sólo que no estoy acostumbrada a estar contigo. Siempre llegas en la noche y yo muchas veces ya estoy dormida.

 

Sus palabras resuenan en mi cabeza de madre acomplejada: “No estoy acostumbrada a estar contigo” “No estoy acostumbrada a estar contigo”.

Mi hija, el centro de mi existencia, no está acostumbrada a estar conmigo.

¿Ves, querido lector? Ya empecé a llorar otra vez.

Un día leí que en el lecho de muerte nadie, jamás ha deseado haber trabajado un poco más y sí se arrepienten de no haberle dado tiempo a lo verdaderamente importante: el amor de sus vidas, la pasión de sus vidas…

Te escribo, querido lector, para ver si de chiripa mis palabras te sonsacan: acaba de leerme, suelta el celular, apaga la computadora y vete con los que más amas: vete a jugar con tus hijos, a cenar con tu esposa, a tomar una cerveza con tus amigos, ese café que llevas pendiente desde hace meses, la llamada que le prometiste a tu mamá, Skypea con tus hermanos, háblale a la abuela, no necesitas gastar mucho, siéntate a leer, salgan al parque, jueguen “basta”, no dejes, por favor no dejes, que los que amas se acostumbren a tu ausencia.

Cuando uno pierde algo (como un trabajo) y cambia toda la rutina y la normalidad y nos lleva a límites más allá de lo conocido, siempre encontramos consuelo en el bonito cliché de que “Todo pasa por algo” y esta vez pasó para entender que le estaba dando prioridad a lo equivocado. Siempre quise que la Greñas fuera más y mejor que yo (creo que así empecé esta historia) y le di todo el peso a la capacidad económica de tener acceso a otros lugares, otras historias, otra gente y olvidé la importancia de estar.

-Greñas, ya vamos a dejar de jugar. Te tienes que meter a bañar.

-Cinco minutitos más, má.

-Bueno, pero cinco minutitos y ya…

 

No bebé, no te regalo cinco minutitos más para que puedas jugar, me regalo cinco minutitos más de verte jugar, porque si mañana me llegaras a faltar no lloraría por pasar 5 minutos más en la oficina, lloraría porque querría estar 5 minutos más viéndote jugar.

Me los regalo, porque mañana que seas un adulto hecho y derecho y no sepas estar conmigo porque te acostumbraste a una madre ausente, no voy a lamentar no haber trabajado 5 minutos más, me voy a arrepentir de no haber estado a tu lado sólo 5 minutitos más.

Aún tengo tiempo. No sé si años, pero al menos sí, cinco minutos más.

…Sólo cinco minutitos, má…

 

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